ARQUEOLOGÍA
El Cabildo de Gran Canaria recupera 10.000 huesos del mayor repertorio humano de aborígenes de Canarias y confirma que los perros accedían a los fardos tiernos (VÍDEO)
El Cabildo recupera 10.000 restos óseos de aborígenes de Gran Canaria de la cueva número uno del Cementerio de los Canarios en Guayadeque, que se ha convertido en un hallazgo inédito en Canarias por ser el más numeroso, y eso que aún quedan por explorar las otras siete y enterramientos que no se tocarán, pero además ha permitido confirmar que los perros accedían a los fardos recién depositados para alimentarse, lo que abre una espita para la investigación compleja, delicada y muy interesante.
Estos restos pertenecen al menos a 169 personas, mientras que en el Cementerio de Maspalomas se identificaron 153 y los siguientes en volumen hay que buscarlos en El Hierro con 135 en Punta Azul y La Laura, que no llega al centenar, así que este yacimiento de Guayadeque, al que hay que escalar siete metros para acceder, ofrece el mayor repertorio humano de aborígenes encontrado hasta el momento en Canarias.
Los huesos recuperados atesoran información valiosísima y apenas han comenzado a hablar, de modo que el consejero de Presidencia, Teodoro Sosa, confirmó que la Institución insular abordará la siguiente fase del estudio de los restos de esta cueva de 17 metros de longitud.
El arqueólogo insular Javier Velasco y la historiadora de Tibicena Verónica Alberto definen el yacimiento como un depósito funerario excepcional, prácticamente un regalo, que no solo hay que conservar, pues los huesos corrían peligro de desaparición, sino investigar para que cuenten la historia que atesoran, ya sea de hábitos como acuclillarse y sus enfrentamientos, o de sus enfermedades y momentos críticos, pues hay picos de fallecimientos al año y medio –época del destete y cambio de alimentación-, a los cuatro años y otros momentos, así como la incidencia de infecciones y enfermedades por consanguineidad, pues la misma comunidad, formada por mujeres y hombres de estaturas entre 1,52 y 1,72 metros, vivía y se enterraba en este lugar.
El primer objetivo de la intervención ha sido precisamente proteger los huesos de un daño irreparable, sin embargo los que permanecen sepultados, en la medida en la que no corran peligro, deben permanecer en su lugar, mientras que el resto permitirá asomarse a los primeros siglos después de Cristo, datación que será concretada en la segunda fase.
Perros aborígenes
Los perros estaban presentes en la sociedad aborigen pero constituyen todo un misterio pues apenas hay restos de cuatro, dos provenientes de Guayadeque y dos dientes encontrados en dos fardos del Museo Canario, así que aún es pronto para establecer hipótesis alguna sobre el hecho de que accedieran a los fardos, siempre de forma sistemática, pues primero mordían el cuello y el tórax para acceder a las vísceras, y posteriormente columna y médula.
Se desconoce si estaba integrado en el ritual -la situación menos probable-, si simplemente no podían impedir que accedieran al tratarse de una cueva con cierto trasiego de enterramientos que no podían tapiar, o tal vez no le daban la importancia que hoy en día se le daría, pues habría que conocer mejor su universo simbólico de esta población que también legó restos con mordidas en Arguineguín, La Fortaleza o el Guiniguada, aunque es Guayadeque la que desvela su gran incidencia.
Sí se conoce que estaban domesticados, formaban parte de la comunidad, y que con la conquista quedaron sueltos y asilvestrados, así que el nuevo gobierno premiaba a quien los matara y aportara como prueba el cuero de cada pieza.
Enfermedades y preparación de cadáveres
Entre los restos de este interesante yacimiento no faltan los fragmentos de fibras vegetales como el junco ni restos de piel de animal para envolver los cadáveres, así como varas de madera.
Los juncos eran usados para confeccionar esterillas y sogas trenzadas, mientras que la piel, también fragmentada, provienen de las envolturas y ataduras que usaban para enfardar los cuerpos.
Asimismo, se recuperaron numerosos fragmentos de madera, en su mayoría varas de distintas especies leñosas que muestran formas y dimensiones homogéneas utilizadas para darle rigidez a los fardos dentro del paquete mortuorio, muy homogéneo y verdaderamente compactado.
Y hay más hallazgos, por ejemplo la presencia de pequeñas concentraciones de una sustancia similar a la resina del pino, que al alterarse produce una materia semitraslúcida de color oscuro llamada ‘brea’ que aparece adherida tanto a los huesos como a los restos vegetales y piedras del suelo de la cueva.
Dado que el conjunto ha sido frecuentado desde finales del siglo XIX, ello ha desencadenado que no solo se altere el orden de los restos óseos sino que se pudo extraer algún fardo funerario o piezas esqueléticas. También hay problemas con las fracturas de los huesos por pisadas humanas o piezas deterioradas debido a las condiciones medioambientales.
Guayadeque es y seguirá siendo en cualquier caso una mina arqueológica que arroja como hipótesis que el enterramiento colectivo en cuevas pudo ser una fórmula para perpetuar los vínculos de la comunidad con sus finados, pues seguían siendo parte de la sociedad, solo que al morir se convertían en antepasados.